Comunicación con tus hijos

Hablar para que te escuchen: Cómo mejorar la comunicación con tus hijos durante la infancia

Le dices que es hora de cenar, pero no responde. Repites. Subes el tono. Te mira, pero sigue jugando. O te dice “¡no quiero!” con ese gesto tan suyo que mezcla desafío y necesidad. Si alguna vez te has sentido en un bucle de frustración al intentar comunicarte con tu hijo o hija, no estás solo.

Durante la etapa infantil, la comunicación entre adultos y niños puede parecer a veces un idioma distinto. Sin embargo, con pequeñas claves basadas en la psicología evolutiva, es posible construir un canal de comunicación más fluido, respetuoso y afectivo que fortalezca el vínculo y facilite la convivencia.

En este artículo te contamos por qué a veces no funciona lo que decimos, qué lenguaje sí ayuda y cómo cultivar una comunicación consciente con los más pequeños.

¿Por qué es tan difícil comunicarse con un niño pequeño?

A nivel evolutivo, los niños pequeños están en plena construcción de su mundo interno. Su cerebro aún no ha madurado completamente para procesar ciertas órdenes, controlar impulsos o entender consecuencias a medio plazo.

No es que no quieran escuchar, es que a veces no pueden: su atención es limitada, su capacidad de autorregulación está en desarrollo, y su mundo emocional suele estar desbordado.

Además, los adultos solemos asumir que “decir” es suficiente. Pero para que un mensaje llegue, el niño necesita que sea claro, adaptado a su edad y transmitido desde un vínculo seguro.

Escuchar antes de hablar: la base del vínculo

Una de las claves menos intuitivas —y más potentes— para mejorar la comunicación es escuchar antes de hablar.
Cuando un niño se siente escuchado y comprendido, baja su nivel de activación y está más receptivo. Validar su emoción no significa permitirlo todo, pero sí conectar primero:

“Veo que estás enfadado porque querías seguir jugando”

es más eficaz que un “¡Cuántas veces tengo que repetírtelo!”
La conexión emocional no resta autoridad, la sostiene. Un niño que se siente visto, escucha mejor.

El lenguaje que sí funciona: breve, claro, afectivo

Menos es más. Frases largas, llenas de explicaciones, suelen perderse por el camino. Los niños pequeños responden mejor a mensajes:

  • Concretos: “Es hora de recoger” mejor que “¿Por qué siempre dejas todo tirado?”
  • Afirmativos: “Camina, por favor” en lugar de “No corras”
  • A su altura: literalmente. Ponerte a su nivel visual favorece la conexión.
  • También ayuda anticipar: “En cinco minutos guardamos los juguetes y vamos a bañarnos” da margen y reduce resistencias.
  • El tono afectivo, sin ironías ni sarcasmos (que aún no comprenden), transmite seguridad y respeto.

Lo que decimos sin palabras también cuenta

Nuestro cuerpo, nuestro rostro, incluso nuestro silencio, comunican.

Si damos un mensaje con voz suave pero cuerpo tenso, el niño percibe el conflicto. Si gritamos desde el cansancio, probablemente el mensaje se pierda tras la emoción.

Cuidar nuestra regulación emocional es uno de los actos más potentes (y difíciles) de la crianza consciente. No se trata de ser perfectos, sino de ser coherentes: comunicar desde la calma cuando podamos y reparar cuando no.

¿Y cuando no funciona nada? El papel del contexto y la contención

Hay días en los que, por más que intentes hacerlo bien, nada parece funcionar. Es normal.

A veces, el problema no es lo que decimos, sino cuándo y en qué contexto lo decimos. Hambre, sueño, sobreestimulación o cambios en la rutina afectan directamente a la capacidad de respuesta del niño.

En esos momentos, más que insistir en el mensaje, conviene bajar la exigencia, contener con presencia y posponer la enseñanza para después.

No siempre hay que ganar la batalla: a veces hay que proteger el vínculo y confiar en que la semilla ya está sembrada.

Conclusión: comunicar es también vincular

No necesitamos ser padres, madres o docentes perfectos. Necesitamos ser suficientemente buenos, suficientemente presentes y suficientemente conscientes.

Comunicar no es solo hablar, es también mirar, validar, sostener y reparar. Los niños no necesitan discursos impecables, necesitan adultos que hablen con el corazón, escuchen con paciencia y enseñen con el ejemplo.

Y si en algún momento sientes que necesitas apoyo, orientación o simplemente un espacio para ti en este camino tan exigente como precioso, en Inspira Psicología estamos aquí para acompañarte.

Mireia Valera
Dirección
Psicología General Sanitaria
Esp. Psicopatología Clínica y Terapia Contextual
Num. Col. 22209