Si construimos una casa sobre unas bases mal estructuradas, es muy posible que termine cayéndose a pedazos.
Puede que no llegue a desplomarse por completo, pero su estructura con el tiempo se deteriora, y los cimientos, inestables y resentidos, no pueden evitar que de tanto en tanto se caiga a pedazos.
Las relaciones personales pueden responder del mismo modo. Si se construyen sobre unas bases inestables y frágiles, terminan cediendo y cayendo por su propio peso.
Puede que esos pedazos no maten la relación. Puede que solo golpeen a momentos, y luego todo vuelva a la normalidad hasta que, de pronto, sintáis de nuevo como vuelve a desprenderse con fuerza sobre vosotros.
Puede que la relación siga viva, pero no puede evitar estar amoratada y dolorida. Incómoda. Recelosa. Descorazonada.
Y entonces, aunque la estructura se sostenga, quizá es el momento de plantearse qué hacer. Porque seguir soportando golpes, físicos o verbales, seguir en estado de alerta, temiendo continuamente lo inevitable, quizá, no es la mejor opción.
Palabras
Las palabras no se las lleva el viento. Cuando hieren, se quedan grabadas en la memoria de quienes las reciben. Sobre todo cuando quienes las producen son personas importantes, de referencia.
Las palabras hay que cuidarlas, y para ello ayuda parar, antes de dejarlas ir. Y pensar. Pensar mucho. Pensar en lo que se quiere, en lo importante. En lo que se siente. En lo que siente o sentirá el otro.
Porque las palabras no solo pueden herir. También pueden sanar. Y cuando las tuyas sanan, también se quedan grabadas. Pero esta vez algo hace «clic» dentro de ti, y de pronto ya no importa nada más que eso: Sanar y ser sanado/a.
Vuela
Alejarnos de quien no nos hace bien, no solo es sabio: es necesario y una acción que refleja autoestima.
Protegernos de todo aquello que nos limita o daña, poniendo tierra por medio, nos ayudará a conectar con nosotros mismos y nos aportará sensaciones de seguridad y autoeficiencia.
Si quieres volar, aléjate de quien te arranque las plumas.
Si te vas
Si te vas y no intentan detenerte, sigue adelante. Parece que has tomado la mejor decisión.
Pero si en el intento de detenerte, te escuchan, te entienden, y con mucho pesar te desean lo mejor, replantéate tu marcha.
Porque además de reconocimiento, hay respeto, compromiso y dignidad.
Y una relación así es por sí misma valiosa.
Mireia Valera
Dirección
Psicología General Sanitaria
Esp. Psicopatología Clínica y Terapia Contextual
Num. Col. 22209