Tengo momentos de hambre emocional. ¿Qué hago?
Si te sientes representada/o por el título de este punto, te felicitamos. Identificar el hambre emocional no es fácil, y requiere de altas dosis de atención, de escucha y de mirada hacia uno/a mismo/a. Este es el primer paso y el más difícil, lo que no implica que el resto sean fáciles. No lo son. Pero eso lo vuelve más gratificante y estable en el tiempo.
¿Qué hacer con el hambre emocional?
Lo primero que te sugiero es que la mires de frente y la sostengas. Y esto implica no comer en ese momento, al menos de entrada, ni lo que te apetece ni cualquier alternativa que tu mente te evoque. Es una experta en proponer alternativas apetitosas y poco saludables, y lo sabes…
Comiendo en este momento lo único que pretendemos es que la emoción que hay detrás de este tipo de hambre se diluya momentáneamente. Y si lo hace, no recibimos su mensaje.
Por el contrario, te recomiendo que indagues en ella. ¿Qué emoción es? ¿De dónde surge? ¿Por y para qué está ahí?
Una vez la identifiques y le des un contexto y un sentido, te será más fácil entender cómo relacionarte con ella más allá de la alimentación. Puedes decidir con toda la información cómo la regulas, si lo haces a través de la comida o a través de otras opciones, también naturales, que puedan tener efectos ansiolíticos, antidepresivos o anti-estresantes más estables y saludables. El ejercicio físico y el descanso mental suelen ser grandes fuentes de calma y bienestar.
Ten en cuenta que esto puede ser paradójico: cuando miremos de frente nuestra emoción, puede que ¡zas! Se diluya. Esto ocurre en función de la frecuencia con la que la sostengamos y la intensidad de la emoción, pero créeme, pasa y mucho.
En cualquier caso, sostenerla un ratito te será muy útil. Quizá encuentres formas de tolerarla y evitar que en el futuro vuelva a decidir por ti.
¿Quieres probar? Si te resulta complicado, te ayudamos encantadas.
La báscula, una gran fuente de estrés
En tu relación con la comida, la báscula no siempre es tu mejor aliada. De hecho, muchas veces se convierte en una enorme fuente de estrés que te presiona y limita tu avance hacia una salud integral.
- Los cambios en tu peso no son el único indicador de progreso, ni mucho menos el más fiable.
Veamos qué otros elementos pueden ofrecernos información fidedigna sobre nuestro camino hacia un cuerpo nutrido y saludable:
Los cambios en la piel, las uñas y el pelo. Una buena alimentación va a repercutir a nivel global, pero estos órganos son los que tenemos más a mano a la hora de medir su impacto en nosotros/as, tanto en positivo como en negativo. - Los niveles de energía que notes en tu cuerpo. La fatiga siempre va a estar alertándonos de que hay algo que debemos regular. Evidentemente ese algo no siempre tendrá que ver con aspectos nutricionales, hay muchos otros factores que inciden en ello. Pero, más allá del contexto emocional, laboral, familiar o personal en el que estés inmerso/a, créeme, una buena alimentación siempre estará de tu parte y te ayudará a mitigar los efectos del desgaste diario.
- Tu estado de ánimo. Una alimentación bien ajustada promoverá en ti sensaciones y estados emocionales equilibrados. Genera calma, reduce la ansiedad y mejora el sueño.
- Una mayor claridad mental. Del mismo modo, si el cuerpo se encuentra nutrido adecuadamente, la mente también lo está. La alimentación va a ser de gran ayuda a la hora de deshacerte del típico embotamiento mental, que te descentra y te limita en el día a día. Si además combinas una buena intervención nutricional con psicoterapia, los efectos serán mucho más rápidos y más duraderos.
¡Quítate presión y deja tu báscula en segundo plano! Tu salud no se mide en kg, se mide en bienestar físico y mental.
Mireia Valera
Dirección
Psicología General Sanitaria
Esp. Psicopatología Clínica y Terapia Contextual
Num. Col. 22209